Sunday 10 March 2013

Talismán de la suerte


Tomé la decisión de escribir este blog hace apenas una semana, cuando en compañía de mis amigas, surgió el tema de conversación estrella: los chicos. Siempre he sido una quiero y no puedo en este tema, soy una inconformista nata y exijo demasiado. Cabe decir que mi última relación seria acabó hace casi cinco años y, aunque he tenido varias historias duraderas desde entonces, no he vuelto a enamorarme.

Harta de historias que no llevan a ninguna parte, a comienzos del año pasado decidí cortar por lo sano. Se acabaron las citas incómodas, las historias de una noche y las relaciones con fecha de caducidad. Durante seis meses dediqué todo mi tiempo y energías a disfrutar de la compañía de mis amigos y a cumplir esos propósitos de año nuevo que normalmente no seguimos durante más de una semana: comer sano, ir al gimnasio, leer más…  lo que viene siendo una dieta detox de cuerpo y espíritu.

Y entonces llegó el verano y una amiga me invitó a pasar cuatro días en la isla de Corfú con su novio y el mejor amigo de éste, Kostas: un excéntrico griego compañero de batallas de la universidad y dueño de una maravillosa casa con vistas al mar. Fue el viaje más desorganizado de mi vida, sin planes ni visitas obligadas. Pasamos los días tirados al sol, bañándonos en las impresionantes playas de aguas cristalinas, disfrutando de la sabrosa cocina griega y bailando hasta el amanecer en los bares de la ciudad vieja.

Taché de loco a Kostas desde el minuto uno del viaje. Su marcada personalidad hace que le ames o le odies, pero desde luego no deja indiferente a nadie. Creo que jamás he conectado tanto con alguien en tan poco tiempo, su sentido del humor y su forma de ver el mundo me fascinaban, era como si nos conociéramos de toda la vida.

Sé que suena a tópico pero vivimos una historia de las que crees solamente pasan en las películas. Disfruté cada minuto de nuestro tiempo juntos y abandoné la isla con el corazón en un puño y la esperanza de que cumpliese su promesa de visitarme en Londres.

Pasaron dos meses y poco a poco empecé a perder contacto con Kostas. Pensé que a lo mejor había idealizado nuestra historia y que para él yo había sido una aventura más de verano. Fue entonces cuando recibí un mensaje suyo diciendo que vendría a la ciudad en un par de semanas. Quedamos en que me buscaría a la salida del trabajo y tomaríamos algo por Soho.

Resultó extraño verle después de tanto tiempo, le noté un poco callado pero pensé que sería el efecto del maravilloso clima otoñal de Londres, no precisamente el escenario más propicio para un reencuentro. Tras vagabundear en busca de un bar abierto y pedir unas cervezas, Kostas me dijo que había algo importante que tenía que contarme. Casi se me cae el alma a los pies cuando me dio las gracias por haber entrado en vida, que fui su lucky charm para encontrar a la persona que más quería en el mundo.

Le miraba boquiabierta cuando me contó que la noche en que nos dejó a mi amiga, su novio y a mí en el aeropuerto, accidentalmente chocó con una chica cargada de maletas recién llegada a la isla. El incidente no fue más allá de las disculpas de rigor, pero, horas más tarde, volvieron a encontrarse en uno de los bares de la zona y el resto es historia.

¿Cómo he de reaccionar a una declaración semejante? Se supone que debo alegrarme por él? Aunque quería salir de allí, echar a correr y olvidar que alguna vez nos conocimos, decidí pasar un rato con él y echarnos unas risas. Una rebuscada parte de mi mente albergaba la esperanza de que no hubiera viajado más de dos mil kilómetros sólo para plantarme en persona. No me equivocaba, las circunstancias truncaron el futuro de una breve historia y siempre me preguntare lo que pudo haber sido.

Me ha costado bastante tiempo recordar a Kostas sin sentir pena o decepción, pero a día de hoy me  alegro de haber sido su talismán de la suerte. A fin de cuentas el inspiró el título de este blog.

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