Hace apenas una
semana tuve un descuido y mi móvil acabó sumergido en el lavabo. Tanto yo como
la gente de mi entorno actuamos como si hubiera sucedido una auténtica tragedia
que hizo cuestionarme en qué medida somos esclavos de las nuevas tecnologías.
Sinceramente no he
sido consciente de en qué momento el móvil ser convirtió en una extensión de mi
mano hasta tal punto que vivir sin él se me antoja imposible. Recuerdo vagamente
aquellos años de adolescente en los que la única manera de comunicarme con mis
amigos era llamándoles al teléfono fijo de casa y confiando en que recordaran
las citas de una semana para otra. Y mira ahora, comprobando a cada minuto el
estado en Facebook y bombardeándonos a whatsapp.
En mis seis días
de exilio tecnológico decidí reconciliarme con la lectura y rescaté “el
alquimista”, libro que compré hace algunos meses y andaba cogiendo polvo en la
estantería. No hay suficientes elogios que describan esta maravillosa obra
literaria de Pablo Coehlo, tenéis que leerlo. Acabo de terminarlo y no consigo
sacarme de la cabeza la frase que dice “Sólo una cosa vuelve un sueño
imposible: el miedo a fracasar”. Y me despido que tengo mil cosas que hacer y
ando de los nervios que mañana es el gran día: nuevo trabajo y nuevos retos.
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