Tras una
semana de emociones fuertes por fin he sacado tiempo para sentarme frente al
ordenador. Ha llovido bastante desde mi último post. Tal como le he dicho hoy a
una de mis mejores amigas inglesas: “I have to stop messing around”...
El nuevo
trabajo es todo un reto: ser recepcionista es más complicado de lo que pueda
parecer a simple vista, especialmente en un hotel de más de doscientas
habitaciones con suites que alcanzan las diez mil libras la noche. De momento
estoy aprendiendo e intentado ser útil a los demás. Desde luego es un plus el
hecho de trabajar de día y poder llevar una vida normal. En apenas tres semanas
me he puesto al día con amigos que no veía desde tiempos inmemoriales, me he
convertido en una de las regulares del pub de la esquina y he ido al gimnasio
más que en los últimos meses.
Y en cuanto
a lo personal… se han cerrado algunas puertas pero se hab abierto muchas
ventanas. El miércoles pasado quedé para cenar con algunos compañeros del hotel
para despedir a Mark, que se marchó de vuelta a la universidad tras sus
vacaciones de Semana Santa. Noche de risas y vinos en que, rodeada de
veinteañeros, me sentí como una más. Pero tras la fiesta llega la resaca y
siempre cuesta decir adiós. Esta vez algo dentro de mí decía que Mark y yo no
sobreviviríamos un mes separados. ¿A dónde nos lleva esta relación?
Ese mismo
viernes decidí salir con los compañeros de la recepción. Según mi jefe, ir al
pub tras un duro día de trabajo es la mejor forma de estrechar lazos en el
departamento. Y no iba desencaminado. A nuestro grupo de recepcionistas se unió
James, uno de los relaciones públicas del hotel. Una cosa llevo a la otra y
acabamos volviendo a casa en taxi confiando en que nadie se diese cuenta de
nuestra ausencia. Y el sábado por la mañana no sabía dónde meterme al despertar
a su lado. Arrepentimiento, confusión y sobre todo, pánico al pensar que
alguien pudiera habernos visto la noche anterior.
Tras una
semana de mensajes con James, decidimos que lo mejor sería no dejar que lo
nuestro fuera a más. El lleva meses detrás de una chica de mi departamento con
la que, he de admitir, haría una pareja perfecta.
Y por
segunda semana consecutiva, terminamos la semana entre pintas y sauvignones en
el pub. La que empezó siendo una noche aburrida conversando sobre el trabajo
acabó convirtiéndose, gracias a chupitos de sambuca y vodkas con red bull, en
un auténtico desmadre. Tras ser desterrados del pub a medianoche decidimos ir a
un club de salsa en Picadilly, donde el alcohol sacó lo mejor y peor de cada
uno.
Ante la
atenta mirada de James, pasé toda la noche bailando con Mario, el nuevo
recepcionista italiano que me tiene loca. Por suerte tuvimos un momento de
lucidez y decidimos no hacer nada de lo que podamos arrepentirnos el lunes al
volver a la oficina.
Y aquí
estoy, tras afrontar ocho horas de trabajo con mala conciencia por mi aventura con
James, sin saber nada de Mark y sin conseguir sacarme a Mario de la cabeza; con
tantos secretos en mi cabeza que no puedo contar a nadie.
“Wine and Chocolates” by Theophilus London
It's time to live it up, oh
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