El mes de junio ha traído consigo sol y
temperaturas que podrían considerarse primaverales a la city. La ciudad parece
otra con tanta luz, la gente se lanza a las praderas de los parques y abarrotan
las terrazas de cafés y restaurantes.
Un improvisado picnic con proseco, sándwiches y
ensalada de frutas en Hyde Park a la salida del trabajo ha hecho que el día
valga la pena tras una estresante mañana lidiando con reservas y habitaciones
para clientes VIP.
Pero sé que esta reconciliación con la ciudad es un
espejismo, y mi mente ya anda vagando pensando en las próximas vacaciones. Y es
que a veces la mejor parte de los viajes son los días previos, en los que la ilusión
e impaciencia te dan fuerzas para afrontar la rutina y el trabajo diario.
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